1794. Pluma, Tinta parda sobre papel verjurado, 208 x 153 mm. No expuesto

Carta de Francisco de Goya a Martín Zapater (1746-1803), su amigo de infancia en Zaragoza, con comienzo enigmático, falseando el lugar y fecha de la misiva. Maquillaje a María Teresa Cayetana de Silva, duquesa de Alba, y confidencia de la pretensión de pintarle un retrato de cuerpo entero. Realización del boceto para el retrato ecuestre de Manuel Godoy, duque de Alcudia. Inquietud por las dificultades y trascendencia política del encargo. Noticia de la delegación del cometido, inicialmente confiado a Francisco Bayeu, por indisposición y viaje de éste a Zaragoza. Petición de tramitar el reembolso de un préstamo, documentado mediante recibo. Despedida con la caricatura del pintor.

Ésta es una de las cartas conservadas de la extensa correspondencia, cerca de ciento treinta y dos conocidas o conservadas, de Goya con su amigo zaragozano de la infancia, Martín Zapater, que comenzó el año 1775 después del traslado definitivo del artista a Madrid y concluyó en octubre de 1799. Constituye esta correspondencia un verdadero autorretrato del pintor, quien en esta íntima relación epistolar revela los aspectos más cálidos, humanos y cercanos de su personalidad, de sus gustos sencillos, de su ascenso social y de sus ambiciones como artista. La carta aquí expuesta presenta además la curiosidad en la fecha de su encabezamiento, como «2 de agosto de 1800» y escrita en «Londres». Sin embargo, las noticias que figuran en el texto se refieren a hechos que tuvieron lugar en el mes de agosto de 1794, por lo que se sitúa con seguridad en ese mes y año y enviada desde Madrid. A principios del año anterior Goya sufrió durante un viaje a Andalucía la grave enfermedad de la que quedó sordo, pero comenzó a trabajar de nuevo a su regreso a Madrid. En una comunicación de la primavera de 1794, Francisco Bayeu, a preguntas de la dirección de la Fábrica de Tapices sobre si Goya estaba ya en disposición de trabajar, contestaba que «aunque es berdad que Don Francisco Goya ha padecido una grave enfermedad, lo es tambien que ha convalecido alguna cosa, y pinta, aunque no con el tesón y constancia que ántes» (25 de abril de 1794). Sin embargo, en la carta del 2 de agosto, el artista se refería a que había sido Bayeu el que había «huido el cuerpo» de un encargo de gran importancia: el retrato ecuestre de Godoy, entonces duque de Alcudia, título con que los reyes le habían honrado en mayo de 1793. Goya, a pesar de la falta de tesón que le achacaba su cuñado, tenía ya pintado un boceto y esperaba las órdenes del ministro para trasladarse a La Granja y ejecutar el cuadro. La carta tiene toda ella un tono jocoso, de profunda confianza con su interlocutor, al que embroma desde las primeras líneas, y al que con gracia invita Goya a que le ayude a pintar el rostro de la duquesa de Alba, anunciándole que iba a hacer de ella un retrato de cuerpo entero, que sería el de ella vestida de blanco (Madrid, Palacio de Liria), pintado al año siguiente. Goya firma en esta ocasión su carta no con su nombre y rúbrica habituales sino con una caricatura rápida de sí mismo, a la que añade una explicación, «así estoy…». Es difícil saber qué quiso decir con ello y qué expresó con su imagen, aunque la línea de puntos suspensivos continúa precisamente hasta la boca del artista, entreabierta y como si tuviera inflamado el labio inferior, cuyo prognatismo, que aparece más matizado en los retratos del pintor, sigue las exageraciones expresivas características de la caricatura. Es posible que el artista le quisiera decir a su amigo que le dolían las muelas y que se estaba aplicando un calmante con el bastoncillo que sostiene entre sus dedos. Por otra parte, ese objeto podía ser un portalápices y decir con ello que estaba dibujando, pero es tan difícil esclarecer el verdadero significado de la caricatura como la broma de la fecha y el lugar de envío de la carta, ya que se trata de referencias privadas y personales que solo los dos amigos podían entender, lo que sucede frecuentemente en el resto de las cartas. Los numerosos autorretratos de Goya de este periodo ayudan aquí a la comprensión de cómo el artista manejaba y alteraba con maestría sus propias facciones en ese periodo crucial de su vida, inmediatamente anterior a las numerosas y variadas deformaciones fisionómicas de los personajes de los Caprichos. Del arte de la caricatura, que había nacido en Italia en el ámbito clasicista de Annibale Carracci a fines del siglo XVI, existen pocos ejemplos de artistas de la calidad de Goya, cuya capacidad para la representación de sus semejantes, su prodigiosa habilidad como dibujante y su sentido del humor le hacen uno de los más interesantes artistas de este género. Una referencia contemporánea posiblemente veraz, como es la del bibliófilo Bartolomé José Gallardo, que pudo conocer a Goya a principios del siglo XIX (W. Stirling-Maxwell, Annals of the Artists of Spain, 1848), podría ilustrar esta actividad del artista: «Durante la visita matutina de sus amigos, tomaba (Goya) arenilla de la salvadera y esparciendo el contenido sobre la mesa se divertía con caricaturas trazadas con su hábil dedo en un instante […] El gran asunto, repetido con variaciones siempre nuevas, era Godoy al que favorecía con particular antipatía».